Los libros prohibidos de mi abuelo

Hace unos días mi papá me habló de estos 3 libros. Fueron muy importantes para mi abuelo paterno  (Mateo Nadal), tanto que reconocía que si el gobierno franquista hubiera sabido que los tenía sería asesinado por su contenido. 

En un día donde salimos a defender la educación pública contra el oscurantismo que este gobierno profesa, me pareció importante rescatar esta parte del pasado.

Mis antepasados maternos y paternos vienen curiosamente de la misma región de España, Asturias. Llegaron a Argentina en diferentes oleadas escapando del franquismo, donde sufrieron incontables penurias.

Mis abuelos no eran letrados ni académicos, sin embargo siempre valoraron la importancia de los libros (razón por la cual mi casa está llena de ellos por herencia). Procedían de pueblitos diseminados en las montañas asturianas. Tierra de mineros explotados e intentos revolucionarios. 

Llegaron a la Argentina para hacer su vida con lo poco que tenían trabajando en casas mi abuela y en fábricas y ferrocarriles mi abuelo (en condiciones que le empeoraron la salud), todo para que sus hijos no tengan que sufrir lo mismo. 

Mis padres lograron tener algún incipiente estudio terciario pero debieron también salir a trabajar para construir mi hogar. 

Mis hermanos y yo somos los primeros en la familia que nos estamos profesionalizando gracias a la educación pública. Mi hermana y yo vamos a ser los primeros que logremos un título universitario el próximo año.

Volviendo a los libros. Es una trilogía autobiográfica de Arturo Barea, llamada La forja del rebelde, y cuenta los sucesos históricos de la España prefranquista. Fue publicado primero entre 1941 y 1944 en Inglaterra, donde se encontraba exiliado. Recién en 1951 fue traducida al español por la editorial Losada acá, en Buenos Aires, en una colección organizada por Guillermo de Torre, otro exiliado español y cuñado de Borges.

Mi abuelo los consiguió en Buenos Aires apenas bajó del barco en 1954. Me imagino que los habrá comprado nuevos, recién salidos de la imprenta porque estos son de una 2da edición en el mismo año.

Si bien no tienen escrituras o subrayados de mi abuelo, presentan una encuadernación muy artesanal en tapa dura que él hacía en todos sus libros.

Toda su biblioteca la heredaron mi papá y su hermana, la cuál fue abultándose al repetirse la práctica de compra de colecciones y encuadernaciones posteriores de mis padres.

La importancia del libro y la educación fue transversal en la historia de mi familia y me llevó indirectamente a elegir una carrera que tiene que ver con la literatura.

Estos libros tan atesorados en su momento por la historia que se quiso ocultar son más palpables hoy en día donde se banaliza la educación y la profesionalización que es lo que realmente puede hacer progresar y enriquecer a los pueblos, frente a una búsqueda de un rédito económico inmediato en todo.

Me imagino a mi abuelo sufriendo su exilio leyendo esta trilogía en la cual, entre otras cosas, se relata el propio exilio del autor. La identificación a través de los libros que nos reconforta en los peores momentos.


Espero leerlos pronto :)


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