"La campana de cristal" (1963) Sylvia Plath

"Sabía que debía estarle agradecida a la señora Guinea, sólo que no podía sentir nada. Si la señora Guinea me hubiera dado un pasaje a Europa, o un viaje alrededor del mundo, no hubiera habido la menor diferencia para mí, porque donde quiera que estuviera sentada - en la cubierta de un barco o en la terraza de un café en París o en Bangkok - estaría sentada bajo la misma campana de cristal, agitándome en mi propio aire viciado.”


Fue mi primera aproximación a la obra de esta escritora y debo decir que fue toda una experiencia, porque a través de sus palabras pude sentir en carne propia sus dolores, sus angustias, sus miedos y ansiedades (no hay que olvidar que la protagonista y narradora Esther Greenwood es el alter-ego de Sylvia).

Esther vive una vida que aparentemente podría ser vista como normal e incluso deseable, sin ninguna carencia física y dotada de un don para conseguir excelentes calificaciones, sin embargo, los males que aquejan a su mente son los que hacen que su existencia se vuelva cada vez más y más compleja. Inmersa en  un mundo lleno de expectativas sobre lo que unx debe aspirar y debe ser (siendo los mandatos aún más fuertes y estrictos sobre las mujeres), su lucha para transitar una enfermedad mental se verá truncada por las maneras y métodos con que eran concebidas y tratadas en ese entonces por la medicina de la época las personas que las padecían. A esta pugna por la afirmación de una identidad desencajada, hay que agregarle las vicisitudes que le acontecen y que remarcan aún con más fuerza esa impotencia y fragilidad en la que podemos caer como seres humanos y más cuando no hay un apoyo institucionalizado.

“Parecía tener una identidad propia, separada, obstinada, que se negaba a ser lavada y doblada y ordenada.”

Al día de hoy, sus cuestionamientos sobre la maternidad, el matrimonio y  la salud mental siguen vigentes y hacen que su lectura sea aún más trascendente.

Esta novela semi-autobiográfica debe leerse con total empatía y la recomiendo con cautela, puesto que para muchxs puede ser muy fuerte la manera tan explícita de narrarse algunos acontecimientos. Pienso que es un libro que me permitió ponerme por un momento en los zapatos de las personas que padecen esta enfermedad y por eso lo valoro muchísimo, porque desde fuera todo es fácil para todxs pero uno nunca sabe lo que otra persona puede estar viviendo y muchas veces debemos recordar que lo que para unx es fácil, para otra persona puede ser el fin del mundo. Por eso considero importante su lectura, además del hecho de que es muy genuina la obra a la hora de expresar los sentimientos, miedos, obsesiones, sueños, fantasías y frustraciones. Debo confesar que llegó un momento en el que me detuve porque el libro tocó una fibra muy fuerte de mi persona, pero eso no hizo que me detuviera. Quería saber qué pasaría con Esther, verla sumirse en una depresión cada vez más fuerte me derrumbaba, aunque al menos sentía que la escuchaba.

Espero que, si se deciden a acompañar a Esther a través de la lectura de este libro me cuenten qué tal o si ya lo leyeron me digan qué les pareció. Y sobre todo, si están atravesando una situación similar no duden en buscar ayuda profesional. 


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Título original: “The Bell Jar”

Año de publicación: 1963

Traducción: María Elena Rius

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